La pugna de Palafox contra los jesuitas y su gran ruido
Juan de Palafox y Mendoza, Obispo de Osma. La ruidosa controversia que se subcitó por los jesuitas y sus jueces conservadores. s. XVIII (ca. 1775). Descripción:[2] h.
Pertenece a: [Colección de papeles relativos a don Juan de Palafox y Mendoza]. Descripción: s. XVII (1633-1694). Pasta goteada con tejuelo en lomera de la primera época del Taller de Juego de Pelota.
Signatura: II/1987, ff. 2-3v
Procedencia: Colección de Palafox, ingresada en 1785 en la Librería de Cámara
Este volumen de la colección palafoxiana de la Real Biblioteca no es original, de época del propio prelado como otros, sino que es copia del XVIII, de hacia 1775. El motivo y contexto de la misma es el antijesuitismo de Carlos III y sus ministros principales, pues el monarca ya apreció excesivo su poder mientras fue rey de Nápoles, donde se cimentó su rechazo a la Compañía, pero al llegar al trono hispano pudo corroborar el protagonismo de los jesuitas en la corte, manifestado bajo su hermano Fernando VII, en influjo manifestado también en lo cultural. Asimismo, ya era la época del despotismo ilustrado, que no admitía poderes tan fuertes al lado de la Corona. Este volumen y el II/1985 se centran en la pugna de Palafox con los jesuitas en su estancia novohispana, reclamando a los jueces conservadores de la Compañía que no aplicaran las licencias para doctrinar (predicar y confesar) a naturales seglares de su obispado, como venían haciendo pues era competencia del clero secular. El original es de 1647/48, estando apoyados los jueces jesuitas por el virrey conde de Salvatierra, don García Sarmiento de Sotomayor, fuerte adversario del prelado y virrey titular entre 1642 y 1648.
Este conflicto hizo que los jesuitas usaran el recurso tradicional pontificio a su favor, al depender directamente del papa. La situación llegó al extremo de conseguirse un decreto de excomunión contra el prelado, causando que Palafox abandonase durante cuatro meses su puesto. A raíz de esta tensión en 1647/48, el obispo escribió unas duras cartas antijesuitas al propio pontífice, las llamadas Cartas Inocencianas, produciendo ello tal escándalo en la corte de Madrid por el tono dirigido al propio papa, que se le ordenó regresara a Castilla pues su labor ya resultaba con mucho más negativa que positiva, ya que la situación que se encontró en 1640 no la resolvió sino que la agravó, temiéndose una desestabilización de un virreinato crucial para la Corona en medio de las gravísima situación peninsular y continental europea tras 1640.