Las Islas Filipinas en perspectiva jesuística hasta fines del reinado de Felipe III
Pedro Chirino (S.I.). Primera parte de la historia de la Prouincia de Philipinas de la Compañía de IHS. s. XVII. Descripción: 3 v. (350 f. ; 143 f.+[2] h. ; 206 f.+[4] h.) : papel ; 215x155 mm. Enc. s. XIX, en pasta de árbol del Taller de Juego de Pelota (2ª época, Fernando VII) ; en planos, rueda dorada ; lomera lisa, cuajada con hierros dorados con decoración de enrejado ; doble tej. de tafilete rojo: “CHIRINO / HISTORIA / FILIPINAS" , "I”. Rueda dorada en cantos dorados ; cortes amarillos moteados en azul ; guardas de aguas. Olim: 2-K-5
Signatura: II/1508 (v. 1)
Procedencia: Colección Muñoz, ingresada en la Librería de Cámara en 1799
Pedro Chirino (1557-1635), que empezó como misionero su importante labor en Filipinas, era personalidad de talla intelectual e inteligencia gestora. Llegado en 1590 a las islas tras pasar por Nueva España, se volcó en una labor misional brillante. Antes de ocuparse de esta importante obra historiográfica sobre las islas, compuso, por sus conocimientos de primera mano del desempeño de la Compañía, una célebre Relación de las Islas Filipinas, presentada en Roma en 1604 al generalato. Motivó, dada la entidad de la acción jesuítica en el archipiélago expresada en el escrito de Chirino, que fuera elevado a categoría de Provincia dentro de la Órden, incrementándose por ello notablemente la llegada de jesuitas. Regresó a Manila en 1606 y desde entonces combinaría su labor social con tareas intelectuales universitarias y privadas con sus estudios teológicos y de otro rango.
Relata en esta amplia obra, principalmente, la trayectoria de la Compañía desde el arribo hispano a las islas, pero al tratar de ella sin duda nos aporta datos de las costumbres de los habitantes, aspectos de los naturales filipinos, sus lenguas… Chirino tenía facilidad para ellas y al poco de llegar dominaba el tagalo y luego aprendió el bisaya. A efectos de historia cultural es por tanto obra notable la de Chirino. Modeló el contenido de la Biblia para acercarse a la población, en una evangelización no impositiva del credo católico, sino recíproca, admitiendo los valores de cultura material de la población autóctona. Incluso, en un proceso que se aceleró, la Compañía se serviría hasta de devociones idolátricas para transmitir el catolicismo, lo que causaría escándalo y controversia ya en Nueva España y fue denunciado tras morir Chirino por Palafox y Mendoza, visitador real del virreinato y obispo de Puebla, que era acendrado adversario de los métodos jesuíticos. En realidad, dada la experiencia previa en Nueva España, la Compañía daba pasos más allá de lo establecido post-tridentinamente y ciertamente las culturas asiáticas eran otra realidad de civilización distinta a las culturas americanas, por lo que se requerían nuevos métodos, que es lo que trasluce en esta amplia obra Chirino.
Obra dividida en cinco libros, la presente es copia del propio siglo XVII y presenta correcciones autógrafas del mismo Chirino, pues en el tercer tomo, en el f. 206v, al final del todo, se escribe por su mano: “Revista i corregida por el mismo autor en Manila, I abril, de 1618. Pedro Chirino”. Procede el juego de la colección Muñoz y se ignora la circunstancia de su adquisición por el cosmógrafo mayor de Indias, pero tal vez se hiciera con ella en el potente colegio de la Compañía de Salamanca, pues en la ciudad se hizo con otras importantes obras manuscritas de los colegios mayores. Por su dimensión y perspectiva, esta Historia sirvió de base a otras posteriores, siendo referencial. Así, se sirvió mucho de ella el padre Francisco Colin en su Labor Evangélica, ministerios apostólicos de los obreros de la Compañía de Jesús, fundación y progresos de su provincia de las islas Filipinas… aparecida ya en Madrid en 1663, siendo la edición de la obra de Chirino del año 2000 aparecida en Barcelona la más científica.